II

La astuta raposa y madre de muchos, la señora Manchitas entró al gallinero como todas las noches cargando a sus siete bebés a la espalda, silenciosa como una sombra se escabulló entre los nidos de las aves buscando sus huevos para devorarlos y de cuando en cuando con malicia tiraba algunos al suelo.

  • Tienen demasiados huevos- les susurraba cuando estaba satisfecha 

En cuanto las aves se daban cuenta cacareaban por ayuda asustando a su mal hechor, ese era el momento de retirada del astuto roedor quien salía satisfecha y riéndose de la maldad que había hecho. 

Al día siguiente cuando regresó por más, la más grande y anciana de las aves la esperaba en medio del gallinero con la cabeza baja y un semblante triste.

  • No nos queda nada Manchitas, entre tú y la mujer mágica se han llevado todos nuestros huevos.

  • Bien, pues me dirigiré hacia la casa, yo no pasaré hambre hoy - le contestó altivamente la raposa.

Cargando a sus crías a la espalda salió confiada y sonriente, pues pensaba de paso sumergir a sus hijos en el caldero de la bruja y así ellos también serían tan astutos como su madre.

La vieja y astuta roedor se escabulló silenciosamente como una brisa por la chimenea, entrar por allí le daba una visión total del lugar, el cuervo estaba ya en su jaula y durmiendo mientras que el gato parecía haber salido a sus juergas nocturnas. Sin hacer un mínimo de ruido pasó por sobre la chimenea y un viejo mesón de piedra de la cocina buscando y hallando los huevos envueltos en un trozo de tela en una canasta.

Después de darse un banquete y comer como en su casa con la panza hinchada como un globo, caminó pesadamente llevando a sus bebés hacia el redondo caldero con el líquido púrpura burbujeante y uno a uno con mucho cuidado los sumergió sosteniéndolos por la cola. 

Acabado el atraco de la misma manera que entró se fue, abandonó el lugar por la chimenea no sin antes tirar un vial al suelo para ver como se rompía y despertar al cuervo que sobresaltado lanzó un bullicioso graznido. 

Al salir decidió contemplar el hermoso, despejado y estrellado cielo que se tendía sobre sus cabezas, al bajar la mirada vio dos como estrellas rojas que apuntaban a ella desde el otro lado del tejado, era el negro gato de Ea quien había fijado sus poderosos ojos en su presa. 

  • !Cenaré muy bien hoy¡- gritó el gato mientras se preparaba para abalanzarse sobre su botín.

Sin pensarlo Manchitas corrió y trepó lo más rápido que pudo por un nogal que había crecido pegado a la casucha, trepó hasta la rama más alta sin darse cuenta en su desesperación lo frágil que era y con un repentino crac la rama se venció dejando caer a sus ocupantes al torrentoso río.


“Tarde o temprano el malo será castigado”